Querido John:
Tantas frases empezadas por esas dos palabras, tantas cartas introducidas por tu nombre... Pero ya no hay nada más, esto es lo último que escribo que lleve tu nombre. Voy a olvidarte, voy a seguir, voy a mirar al futuro y a obviar el pasado. La herida sigue, no te lo voy a negar, pero confio que con el tiempo cicatrice.
Me dijeron que me había vuelto loca, que era demasiado pequeña para saber lo que significaba enamorarse, pero tú me enseñaste que nunca es demasiado pronto, o por el contrario demasiado tarde para aprender su significado. ¿Quién dijo que no dolía enamorarse? ¿Quién dijo que todo era fácil? Es lo que nos pintan siempre en los libros y las películas. El destino les pone en bandeja al amor de su vida y llevan una vida maravillosa. Hace tiempo que dejé de ver películas. Son todas iguales. La típica chica a la que todo le va mal, conoce al hombre de sus sueños que deja a su novia animadora para irse con ella. De repente todo se estropea y la chica llora, pero pronto todo vuelve a su sitio y cumple su sueño. Típico.Y luego está la realidad. La típica chica a la que todo le va mal conoce a un cabrón disfrazado de hombre de sus sueños que la deja para salir con la animadora. De repente todo se va a pique, la chica llora y jamás cumple su sueño. Típico y fatídico.Pero volvamos a ti, John. ¿Qué pasó? ¿Qué hice mal? Me he pasado los últimos meses preguntándome en qué fallé, pero he llegado a pensar que no fui yo. Quizá fuiste tú y lo sabías, pero decidiste echarme la culpa a mí para no cargar con los remordimientos. O quizá sencillamente no estábamos hechos para estar juntos. Dejaste bien claro que la preferías a ella.A lo mejor tenían razón y me volví loca. Dicen que el amor se lleva tu cordura, pero en mi caso se llevó algo más al irse. Se llevó mi vida al completo.Llueve. Mi cabeza está apoyada en la fria ventana y no lo noto. Empiezo a tener miedo, John. De no poder superarlo, de estancarme en el pasado y no poder salir adelante. Tengo miedo de no volver a sentir nada, de quedarme en un eterno invierno.A veces sueño contigo. Despierta o dormida, da igual. Sueño que vuelves, o que nunca te has ido. Entonces es cuando te busco con la esperanza latiendo en cada paso, y no te encuentro. La esperanza se va, mis pasos vuelven a ser monótonos, extraviados.Hoy echaban una película de Robert De Niro y no la pude ver. Pensé en grabarla, pero no quería pasar la noche llorando porque tú no estabas a mi lado para verla conmigo. Me pregunto si no fui nada para ti, si me has olvidado fácilmente o hay algo que te haga recordarme.Mis ojos se inundan y empapan el papel, corriendo la tinta. No puedo seguir negándome que te echo de menos. Más de lo que podría llegar a admitir. He pasado en vela más noches de las que puedo llegar a contar con los dedos. Mirando al techo y preguntándome si esto era solo una etapa o se quedaría así. Me cubro con las sábanas intentando protegerme, pero el dolor sigue ahí.Esta mañana ha llegado el otoño. Las hojas caen de los árboles recordándomelo. Agacho la cabeza. Esta era tu época favorita del año. Decías que el otoño tenía que pintarse de marrón y naranja. Guardo tu lienzo por acabar. Lo cubrí con una tela para no tener que verlo cada día, porque a pesar de todo, nunca fui masoquista.La noche se acerca, John, y me está entrando el sueño. Otra presión en el pecho al recordar que nunca más volverás a desearme dulces sueños. Nunca. Agobia esa palabra, ¿no? Sabes que nunca me gustaron los cambios, que me cuesta habituarme, pero no te importó darle un giro radical a mi vida.Con el último punto de esta carta la tiraré al fuego de la chimenea. Un fuego que arde cada día, incapaz de darme el calor que necesito. Podría enviártela, pero me falta la valentía para hacerlo.Te echo de menos, John, pero espero que seas muy feliz con ella. Tan feliz como me hiciste a mí en su día.Adiós John.Te quiero.
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